Las Pecanins por siempre

En este otoño de 2021 ha partido Montserrat Pecanins, un personaje que brilló con luz propia dentro de la constelación Pecanins, esa entrañable familia catalana que se estableció en la Ciudad de México en 1950, justo cuando nuestro país entraba de lleno en la modernidad, de la mano de grandes artistas; mujeres y hombres que harían brillar el arte mexicano en las décadas siguientes a través de la pintura, la escultura, la música, la literatura o el cine. Las Pecanins quedaron deslumbradas por esa ciudad cosmopolita y adelantada a su tiempo, donde todo fluía hacia el futuro, sin temor ni necesidad de imitación pues se tenía una identidad nacional marcadísima y sólida.

La vida de esas mujeres es insólita y novelesca, la madre Montserrat Aleix, a los 64 años empezó una carrera convirtiéndose en una artista naÏf, las gemelas Teresa y Ana María, junto a Montse se interesaron enseguida en el mundo del arte y con el tiempo llegaron a colaborar con galeros e interioristas hasta que lograron abrir su primera galería propia en la calle Florencia, de la por entonces conocida simplemente como Colonia Juárez y que con el paso del tiempo se convertiría en la afamada y exclusiva Zona Rosa, colmena del arte donde laboraban y convivían los personajes más importantes de su época.

Una vez establecidas en un nuevo local, esta vez en la calle de Hamburgo, Las Pecanins recibieron, gracias a su entusiasmo juvenil y a su bien fundado gusto, el apoyo de Fernando Gamboa por entonces Director del Departamento de Artes Plásticas del INBA y el de los críticos de arte Alaíde Foppa, Margarita Nelken Enrique Gual y muchos otros que hicieron de la galería Pecanins un lugar seguro para artistas y compradores de arte. “Nuestros artistas eran los “desperdigados” los que no tenían galería” – les gustaba decir – “Nosotras abrimos un café, La Tecla y todos los viernes cuando acababa el programa de crítica de cine del canal 11, todos sus participantes venían a La Tecla. Era una comunidad, todos con un proyecto en la mano, donde se comentaba, se discutía. De ahí surgió el Salón Independiente.

El arte entonces caminaba unido, interrelacionado gracias a personajes como ellas que se reclamaban “pobres pero independientes” alejadas del mundo oficialista y sus reglas, enfocadas en apoyar a los artistas, en conjuntar voluntades y esfuerzos entre las diferentes comunidades y formas de expresión.

Las Pecanins fueron artistas por cuenta propia, y crearon para otros, un espacio que habría de pasar a la historia del arte mexicano como un momento de esplendor. También les debemos el puente que unió a los artistas catalanes con México; entre otras cosas importantes, la obra gráfica de Joan Miró y de Antoni Tapiés vino por primera vez a México a través de ellas y en su galería de Barcelona expusieron Chucho Reyes Ferreira y Rufino Tamayo.
En Guadalajara convivieron con artistas locales y tuvieron con ellos importantes relaciones de mútuo apoyo. Se les recuerda cuando estuvieron aquí, acompañando a artistas de su galería durante la creación de “murales efímeros” en el Centro de Arte Moderno, creado por el Ingeniero Miguel Aldana Mijares, pionero de la promoción del arte contemporáneo en la ciudad.

“Ser cuadrado es un pecado” decía Jesús Pecanins, el padre que las formó como mujeres libres y conscientes de su talento. Hoy, lejos de ser cuadradas, las Pecanins brillan como estrellas.